Probablemente usted jamás haya oído hablar de los
Rothschild. Y quizá tampoco conozca el rostro de alguno de ellos. O quizá sí:
tal vez, como mucha gente, usted haya visto circular por las redes sociales una
sombría imagen —me resisto a llamarles memes— en la que aparece un sujeto con
tipo de banquero y de apariencia siniestra, que dice algo así como:
“Hola, mi nombre es Jacob
Rothschild. Mi familia posee trescientos billones de dólares [o sea, un tres
seguido de 14 ceros; fin de la acotación]. Somos dueños de casi todos los
bancos del mundo. Hemos financiado a ambos lados de ambas guerras desde Napoleón
Bonaparte. Somos dueños de tus noticieros, los medios, tu gasolina y tu
gobierno…” y, en letras más pequeñitas, “Probablemente nunca has oído hablar de
mí”.
La historia de la familia Rothschild comienza con el
señor Mayer Amstel Rothschild (1744-1812), un banquero alemán al que se le
conoce como “El padre fundador de las finanzas internacionales”. Mayer Amstel
nació en el ghetto judío de Frankfurt en el seno de una familia que se dedicaba
al comercio y al cambio de divisas y monedas; para 1769 ya era hoffaktor del
príncipe heredero Guillermo de Hesse —es decir, era el banquero de origen judío
que le llevaba las finanzas o le prestaba dinero a la realeza y la nobleza—, y
sí: Rothschild realizaba el pago de mercenarios y estuvo involucrado en el financiamiento
de las guerras napoleónicas. Para principios del siglo XIX, Jacob era uno de
los principales banqueros de Europa y tal era su fortuna que empezó a realizar
sus propios préstamos internacionales.
Pero la verdadera dinastía y el verdadero imperio de
los Rothschild inició cuando Mayer Amstel colocó a sus cinco hijos en los cinco
centros financieros más importantes de Europa: Amstel en Frankfurt, Solomon en
Viena, Nathan en Londres, Calmann en Nápoles y Jakob en París. De hecho, su
escudo de armas ostenta cinco flechas que simbolizan las cinco ramas de la
dinastía. Para 1818, los cinco hermanos Rothschild ya tenían títulos
nobiliarios hereditarios y eran dueños de un imperio que prácticamente controló
el mundo financiero de aquellos días. Y con el paso de los siglos, los
herederos del imperio han estado involucrados en toda clase de negocios y
empresas de corte financiero, inmobiliario, industrial y de telecomunicaciones.
Ahora bien, ¿realmente son los Rothschild la familia
más rica, no sólo del mundo, sino de la historia de la humanidad? La respuesta
es: sí. Lo son. Salvo que hay un pequeño detalle: ningún miembro de esta
familia aparece, ni de lejos, en los conteos de los 500 hombres más ricos del
mundo de Forbes. Y es que, hoy en día, la fortuna familiar se ha distribuido
entre cientos de herederos del apellido, de modo que ninguno de ellos tiene una
fortuna considerable —quiero decir, considerable entre el mundo de los
multimillonarios; ya quisiera uno lo que les cae del bolsillo—. Sin embargo, como
los Rothschild siempre han manejado un perfil muy bajo y una gran secrecía en
torno a sus finanzas y el monto de sus riquezas, esto ha dado pie a una serie
de especulaciones… como la del dichoso meme. Pero todo parece indicar que no es
para tanto.
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